Ocurre todos los días: un niño está tranquilo, se relaciona con facilidad y se puede mantener una conversación con él sin problemas hasta que llega ese familiar o amigo que lo pone nervioso, hace que se retraiga y se sienta inseguro.
¿Qué hace esa persona para que el niño cambie tan radicalmente de comportamiento?
Según él nada, solo bromea, ¿qué tiene de malo? No tendría nada de malo si las bromas de las que habla tuvieran gracia. Pero al parecer el humor solo lo ve esa persona.
¿De qué bromas hablamos?
De las que faltan el respeto y, además, increíblemente, casi todo el mundo considera normales aunque no tengan ningún sentido.
Por ejemplo: Mmmm, ¿qué estás comiendo? Ah, pues es mío, me lo llevo, tengo hambre… ¿En serio? ¿Vamos por ahí saludando a la gente mientras les decimos que nos llevamos su comida? Entonces ¿qué sentido tiene hacérselo a un niño que entenderá aún menos esta broma absurda? Estamos de acuerdo en que solo sirve para ponerlo a la defensiva. Veamos otros ejemplos.
¿Te vienes conmigo? Dile adiós a tu madre/padre que nos vamos, ya volveremos luego.
Y lo agarras de la mano llevándolo hacia ti sin su consentimiento y asustado. Vamos a ver, a no ser que el pequeño te conozca y adore, esto no se hace más que para conseguir que el niño pase unos minutos de confusión y miedo. Conclusión: no lo hagas.
¿Por qué nos empeñamos a veces en atemorizar a los niños haciéndoles creer que nos llevamos sus juguetes, mascotas, cosas personales, es decir, lo que sea que el pequeño sienta suyo? Extraña actitud que se hace para, supuestamente, acercarnos a él cuando lo único que logramos es que se sienta mal e incómodo con nosotros.
Dejemos de una vez de faltarle el respeto a los niños, de aprovecharnos de su ingenuidad y de su confianza. Nadie, y menos un niño, tiene que sentir temor o inseguridad por que sí, como “broma”, o para aprender. No se aprende con miedo. Con miedo solo se aprende a temer, y eso no conduce a nada.
Si cuando eras pequeño te pasaba esto, recordarás no haberte sentido muy bien, así que no lo repitas, por favor. Y si te cuesta relacionarte con niños, sencillamente salúdalos y no les hagas mucho caso. Da mejor resultado. Cuando estés cerca, con tranquilidad, pregúntales qué hacen o qué les gusta, si están bien o preferirían estar en otro sitio. Si les gusta la fruta y cuántas frutas conocen, por ejemplo. Cómo se llaman sus compañeros de clase o si pintan o leen. Lo que sea que les digas, si lo haces con cercanía e interés, será un punto de avance. No pasa nada si no te contestan de inmediato. Acabarán haciéndolo si no los presionas.
Y recuerda que los besos y abrazos se dan porque sí, no por imposición. No fuerces a un niño a besarte o a conversar contigo si no le apetece.
Si ves que le hacen esto a tus hijos, explica a quien tenga este comportamiento que lo debe evitar, que tu hijo se pone nervioso y no hay necesidad de ello. Invítalo a intercambiar risas y juegos con el niño, que será sin duda más positivo para todos.
Y siempre, tengamos en cuenta que los niños son seres humanos, bajitos pero seres humanos que merecen un respeto. Así que si no lo harías con un adulto, no te aproveches de tu tamaño para burlarte de un niño. Nunca.